Recordaba las últimas palabras que le dijo, no exactamente las palabras, pero sí el tono de aquellas; tranquilizadoras, generadoras de confianza.
Así que él esperó, una eternidad... No regresaba.
Con el tiempo decidió moverse de allí. Buscó agua y alimento, pero no encontró lo que necesitaba.
Corrió entre los árboles, con tal de hallar el camino que lo condujera a su hogar, junto a su amo.
Pronto encontró una casa. Fuera había dos perros, bastante más grandes que él. Le ladraron para que se alejara, pero antes de hacerlo, apareció una mujer que se acerco a recogerlo. Le dio agua y lo alimentó.
Hoy hace tres años de aquel día. Los tres protegen la casa de María, su hogar. Un lugar donde el amor entre los miembros de la familia es inquebrantable, y el abandono, inconcebible.
Fin