jueves, 14 de mayo de 2020

En Memoria de Elisabeth

Eran veintitrés alumnos, chicas y chicos de trece años, más dos profesores, Ramón de educación física, y María, tutora y maestra de lengua castellana y matemáticas. Todos estaban sentados en el suelo, creando un gran círculo. El ritual consistía en ir saliendo uno a uno, poniéndose alguien en el centro, para hablar sobre Elisabeth a los demás presentes, a través de los recuerdos más significativos.

- ¿Quién quiere empezar? -preguntó María, la tutora, quien como el resto estaba sentada en el círculo-.

- ¡Yo, quiero empezar yo! -exclamó una niña de cabello oscuro y ojos verdosos-.

- Está bien, Irene, empieza tú si así lo deseas. Eres la persona idónea para abrir este bonito acto en memoria de Elisabeth.

Irene fue la mejor amiga de la pequeña Elisabeth. Eli, como la llamaban sus compañeros. Era más bajita que el resto, hablaba menos que los demás, y cuando lo hacía costaba entenderla. Tenía unas gafas de cristal grueso, sus ojos se veían aumentados con aquellas lentes, y siempre llevaba el pelo recogido, una larga cabellera rubia en una coleta de caballo.

Irene se puso en pie y se dirigió al centro del corro. Extendió sus brazos a ambos lados de su cuerpo, en posición de cruz, y los dejó caer de sopetón, palmeando sus muslos con ambas manos. Antes de pronunciar una sola palabra, resopló e inspiró de manera entrecortada, y dos enormes lagrimones cayeron por sus mejillas. Se secó con la manga de su camisa, y entonces sí, empezó a recordar a Elisabeth, y a explicar sus experiencias junto a ella.

- Recuerdo el día que llegó Eli, todos lo recordamos, ¿verdad?, fue a mitad de curso de sexto. Ella venía de otro país, era muy distinta a todos nosotros, y no por ser de otro lugar, y tener costumbres diferentes a las nuestras. Ella era muy distinta al resto, y tampoco era por sus desca…

- Discapacidades -le apuntó María-.

- Sí, discapacidades. Lo era por su… porque era especial, única. Lo amaba todo, era muy apasionada y cariñosa, no había nada malo en ella.

Irene esta vez rompió a llorar con ganas, no pudo seguir hablando durante un rato, por un momento pareció eternizarse, pero pronto paró en seco, volvió a secarse con la manga, y continuó.

- Perdón, amigos. Elisabeth se convirtió en mi mejor amiga, pero algunos no fueron buenos con ella. Se burlaban, la empujaban… Pero aún así, ella no dejaba de quererles, de ser generosa. Estoy convencida de que, esté donde esté, seguirá llevándonos en su corazón.

El grupo entero aplaudió la intervención de Irene. Muchos de ellos lloraban a moco tendido, incluso María, la tutora, no pudo reprimir el llanto.
Uno a uno fueron saliendo al centro del círculo los compañeros de Elisabeth, explicando cada uno de ellos sus experiencias con ella. Y le llegó el turno a Alberto, el líder de la cuadrilla de abusones, los que más se burlaron de Elisabeth durante los tres años que fueron juntos a la escuela.

- Todos sabéis que yo, junto a otros, no fuimos buenos con Eli. Lo siento, de verdad, fuimos crueles… Pero lo peor fue no dejarla ir de fin de curso, y de eso son responsables nuestra tutora, María y Ramón. Se negaron a que ella viniera. ¿Quién puede culparlos ahora?

* * *

La madre de Elisabeth no sabía cómo explicarle que no volvería a ver sus compañeros de escuela, aunque ahora iría al instituto, ninguno de ellos podría ir.
El autocar, de vuelta del viaje de fin de curso, no llegó a su destino.

Ahora todos recordaban a Elisabeth sentados en un gran círculo.



Fin







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