Lentamente los incisivos van rasgando la piel, acto seguido la boca baja ligeramente, lo suficiente para que los caninos se introduzcan por la leve herida del cuello, la corona se transforma y el marfil se afila, los dientes se tornan colmillos y penetran en la yugular. Brota la sangre y esta es bebida sin prisas y sin pausa, con extremo deleite. Las pupilas se encienden como brasas incandescentes. Así me alimento contigo, tu sangre es mi elixir.
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interesante forma de ver la vida
ResponderEliminarInteresante comentario...
EliminarMe ha encantado leerte de nuevo querido amigo Edgar.
ResponderEliminarMuchos besos de abuelita.
Muchas gracias, Mercedes.
EliminarUn beso, abuelita. ;)