miércoles, 31 de agosto de 2016

El Final de los Giuseppe

Los días estaban literalmente contados para la familia Giuseppe, un elenco mafioso de un nivel de peligrosidad jamás visto hasta aquel entonces. El gran caserón de la Toscana era un nido de cadáveres soterrados, un anclaje de lo oscuro y de sangre sumergida. Tras las paredes rezumaba olor a infierno, mientras la fachada era mausoleo de belleza impoluta. Putrefacción bajo una alfombra de oro y seda.

A las tres cuarenta y cinco de aquella tarde, la madre, Margueritte Giuseppe, vendía a cada uno de sus hijos, primos y colegas, al agente encargado de la misión más importante de su próspera vida.

Luca di Moreno era el albacea de la familia, y ahora, los metería entre rejas a todos. Proseguiría sus días bajo el ala de Margueritte... Bajo su protección, y sobre su lecho.

Luca di Moreno, fruto de uno de las innumerables atrocidades del patriarca, Jim Fritz, un americano que llegó a la Toscana, cincuenta y dos años atrás, con una maleta llena de secretos, y un linaje de sangre. Propia y ajena.

El inspector di Moreno, engendro de una de sus hermanas violadas.

El albacea es aquel que se encarga de hacer cumplir la última voluntad de un difunto, y de custodiar sus bienes hasta que se repartan entre los herederos. Misión de Luca di Moreno.

Ya en su lecho de muerte, Fritz deseaba que su retoño infiltrado llegara a la cima de la pirámide patriarcal, a la cabeza de los Giuseppe... Entonces recobraría su auténtico apellido.

A las siete treinta de aquella misma tarde, la familia fue arrestada a la salida del teatro, uno por uno, todos ellos, desalmados, y afortunadamente, desarmados.

A los seis meses, Margueritte agonizaba un último aliento sobre el lecho compartido. En aquel preciso momento el albacea cumplió su verdadera misión.

El río de sangre de la familia más peligrosa de toda Italia llegó a su fin, desembocando en manos de la venganza y la meticulosa paciencia del hijo pródigo.

Condecorado, jamás tomaría posesión de su verdadero apellido. Para él, como para el resto de italianos, los Giuseppe habían muerto.

Di Moreno, sin embargo, si tuvo larga continuidad... Recuerda un bisnieto ante la portada de un viejo periódico, encontrado en un baúl dorado, en el sótano de un magnífico caserón de la Toscana.



Fin


sábado, 18 de junio de 2016

La Fuente de Alférez

En la pupila del Trocariano se halla la oscuridad, te absorbe como un agujero negro. Dejas de ser materia. Primero transforma tu energía en un haz de luz, luego te consume y pasas a ser parte de la nada, metafóricamente, la nada no se puede dividir en partes, es incalculable.

Si Large se encontraba en las fauces de un Trocariano. ¿Existía la más mínima posibilidad de rescatarla? No podía contestar a esa pregunta, pero tampoco me rendiría en mi empeño por traerla de nuevo a su hogar, a salvo de la oscuridad. Se lo debía al señor de las luces, a Roberto, mi abuelo.

Fue un miércoles el día que empecé a trabajar en el almacén, donde mi abuelo había trabajado durante cuarenta y siete años. Lo recuerdo porque aquella noche fui al cine y vi una película que me enamoró, "La Teoría del Todo". Los miércoles era el día que iba al cine, día del espectador.

Aprendí rápido el oficio, aunque habían más de dos mil productos, la mayoría de ellos se repetían constantemente en los pedidos. Preparaba y servía el material. En eso constaba mayormente mi labor. El almacén del hospital tenía seis pasillos, repletos de artículos. Desde pañales para los ancianos de la zona residencial de la primera planta, hasta los artilugios más inhóspitos para las cirugías de quirófano.

Recordaba con muchísimo cariño los cuentos que me contaba mi abuelo, las noches que pasé en su casa. Me dormía con una amplia sonrisa y un brillo especial en los ojos. Me sentía como el gran guerrero Sueronio, luchando contra los Cateterianos, en busca de la vacuna del olvido.

El día que preparé mi pedido número cuarenta y siete, bebí de la fuente de inspiración de Alférez. Me pidieron para urgencias; cateters y sueros, para quirófano; trocars.

Hoy le cuento a mi hijo todas aquellas historias del señor de las luces, como su bisabuelo intentó salvar a su bisabuela de la irremediable evaporación de su memoria.

En la pupila del Trocariano, con la vacuna del olvido en su mano, Sueronio se enfrentó a la nada más absoluta.

Large murió sonriente, con un especial brillo en sus ojos.



fin


domingo, 5 de junio de 2016

Proyecto Fobia "Capítulo 8" Buenas Noticias

Noviembre de 1988

- Observa atentamente el péndulo. El vaivén calma tu abatido cuerpo, libera tu mente y apacigua tu alma. Respira profundamente, tus párpados pesan, se apodera de ti una extrema relajación. Déjate guiar por mi voz.

Realmente era fácil para el Dr. Remprelt inducir una profunda hipnosis en sus pacientes. Había pulido con maestría su arte para crear todo un microcosmos en las frágiles mentes de sus elegidos, y disfrutaba terriblemente con ello.

- No estás despierto, tampoco duermes, estás en una habitación luminosa, tus párpados están cerrados, mas tus ojos internos permanecen abiertos. Admira tu alrededor, siente la vibración del espacio en el que te encuentras. Siente tu cuerpo, puedes moverte. Da unos pasos a tu izquierda, levanta el brazo derecho, abre la palma de tu mano y acaricia la pared. Está fría, el tacto es suave.

Con total pleitesía, Samus acataba los dictámenes de la voz que guiaba cada uno de sus actos, en aquella ficticia estancia en la que se encontraba. Experimentaba cada sensación en su neocórtex como si de la más pura realidad se tratase.

- Dibujas en esa helada pared, con tu dedo índice, un enorme cuadrado. Tan grande que podrías atravesarlo con facilidad. Es una ventana. Corre las cortinas y deja que los rayos del sol entren en la habitación. La temperatura ahora es agradable. Puedes observar el gran cielo azul, un par de nubes blancas, muy hermosas. Oyes el canto de los pájaros ahí fuera. Eres libre, puedes volar, tienes permiso para salir por esa ventana y regresar a casa.

Samus empezó a convulsionar de manera estrepitosa, al otro lado de la vivida y sentida imaginación hipnótica. Su frente empezaba a emanar un sudor frío que cubría su tenso rostro.

* * *

Stan despertó fresco como una rosa, no estaba nervioso, se sentía esperanzado en su labor, seguro de sí mismo. Aquella larga siesta le había sentado a las mil maravillas.

Ya en el centro Clarkson se encontró con August, éste lo llevó a la lavandería donde le entregaron un uniforme de su talla. En el vestuario se enfundó la camisa gris y los pantalones a juego. Se admiró en el espejo y, más que nunca, se sintió completamente metido en su papel. Estaba en su semana de prueba, pero ya sentía que había logrado dar el primer paso con total éxito.

Remprelt condujo a Stan a la novena planta. En el interior del ascensor, un hilo musical estimulaba a los pasajeros con una delicia liviana de Mozart.

Atravesaron ambos un estrecho pasillo con una decena de puertas cerradas y numeradas, con pequeñas escotillas de cristal, hasta llegar a una mesa donde, al otro lado, sentado y atento, se encontraba el guardia de seguridad de aquella planta.

- Stan, te presento a Paul Coleman, vigilante de la novena planta. Paul, éste es Stan, hoy empieza su semana de prueba en la segunda, ayúdale en cualquier duda o cuestión que se le presente con referencia a su trabajo.

De camino al quinto piso, el Dr. Remprelt le habló a Stan un poco más sobre su nuevo compañero.

- Paul es el más veterano de los celadores nocturnos del centro, será amable contigo en cualquier cosa que necesites, pero recuerda esto, chico; bajo ninguna circunstancia le preguntes por su familia, créeme, a Coleman no le gusta hablar sobre sus asuntos privados.

Stan ya había sido presentado a Paul, guardia de la novena planta, al joven Saul Brooks, del quinto nivel, y a Thomas Hill, de la entrada principal. Una vez que, August, llevó a Stan a la segunda planta, y le mostró su mesa, éste se sentó en su silla, se despidió de su nuevo jefe, y permaneció atento al largo pasillo, a cada una de las puertas cerradas que debía vigilar durante toda la larga noche.

Stan daba vueltas a su cabeza... ¿Cómo lograría bajar al sótano? Pronto obtuvo una ligera idea de cómo lograrlo, pero antes debería conocer mejor a sus compañeros de trabajo para conseguir tal menester.

* * *

El doctor August Remprelt no había quedado complacido por la escueta información propinada por su viejo amigo, Dean, sobre su nuevo empleado a prueba. Pero aun así permitió que éste tuviera una oportunidad, dándole trabajo en su sagrado centro psiquiátrico.

Por otra parte, Dean, no escatimaba en tiempo y dedicación, para lograr desenmarañar la red que separaban, los pocos detalles sobre su posible chivo expiatorio, de su desconocido pasado.

Con gran esfuerzo, por fin, Dean Petrelli frotaba orgulloso, entre sus morcillones dedos, su estrella de sheriff del condado.

Había encontrado una brecha por donde asomar el ojo avizor, y así lograr algo más de información sobre Stanley Farrell. En su cuenta bancaria halló una serie de movimientos que se repetían en los últimos dos años. Un ingreso mensual a un número de cuenta extranjero. Ahora sólo debía encontrar a quién iba dirigida esa pequeña suma de dinero. Presentía que aquel viaje a Canadá daría su fruto, y que al fin encontraría, si es que había algo turbio en todo aquello, un salto en su investigación sobre la persona que se había unido al equipo del Clarkson.

* * *

En diciembre de 1983, en el estado de Kansas, el asesinato de Margarett Flint y sus dos hijas, Laura y May, conmocionó a todos los habitantes del condado de Osborne. El sheriff, un rollizo y ferviente luchador de la causa justa, llamado Dean Petrinelli, logró detener a Samus Flint, marido y padre de las víctimas. El caso llevado al juzgado de Osborne, el diecisiete de Septiembre de 1984, declaró a Samus culpable del triple asesinato, no sin rebajarle la condena de pena de muerte a cadena perpetua, en la prisión del municipio de Bloom, por el logro de su abogado, Saul Cross, quien presentó a su cliente con una diagnosticada enajenación mental.

No tardó en llegar dicha información a oídos del máximo representante del centro priquiátrico, Clarkson, quien batalló con éxito por la inserción de Flint en su experimental terapia de "reinserción social".

* * *

- Respira profundamente, Samus. Eres libre. Tu mujer y tus hijas aún viven. Hoy todo serán... Buenas noticias.



Continuará...


Para leer el capítulo 7, escrito por Ricardo Zamorano Valverde, pincha AQUÍ

Para leer el capítulo 6, escrito por José Carlos García, pincha AQUÍ



domingo, 22 de mayo de 2016

Tú eres mi Hogar

- Espera aquí, ahora vuelvo.

Recordaba las últimas palabras que le dijo, no exactamente las palabras, pero sí el tono de aquellas; tranquilizadoras, generadoras de confianza.

Así que él esperó, una eternidad... No regresaba.

Con el tiempo decidió moverse de allí. Buscó agua y alimento, pero no encontró lo que necesitaba.

Corrió entre los árboles, con tal de hallar el camino que lo condujera a su hogar, junto a su amo.

Pronto encontró una casa. Fuera había dos perros, bastante más grandes que él. Le ladraron para que se alejara, pero antes de hacerlo, apareció una mujer que se acerco a recogerlo. Le dio agua y lo alimentó.

Hoy hace tres años de aquel día. Los tres protegen la casa de María, su hogar. Un lugar donde el amor entre los miembros de la familia es inquebrantable, y el abandono, inconcebible.



Fin

Amor

Amor. Creía conocerlo bien.

El sentimiento más poderoso del mundo. Aquel que atrae hacia cualquier ser vivo la esencia de lo necesario. El vínculo de unión entre todos y todas las cosas.

Creía conocerlo bien. No imaginaba poder hallarlo de un modo más intenso y certero.

En la mirada de un padre, el abrazo de una madre, el cariño de un hermano, la complicidad de una mujer, el compadreo de un amigo.

Creía conocerlo bien, en todo su esplendor.

Hasta el día en el que te conocí... Y compartí contigo la mirada, el abrazo, el cariño, la complicidad y el compadreo. El día que te vi reflejado en mis ojos y me vi reflejado en los tuyos. En nuestras almas.

Hijo mío; creía conocer bien el amor, pero ahora ya no lo creo...

... Ahora se de veras lo que es.




Fin

lunes, 28 de marzo de 2016

Keratina, Argán y Jojoba "El Elixir del Tiempo"

Argán agarró con fuerza el mango de su hacha y retrocedió un paso, aquella tarta de frambuesa, mostrando un amplia hilera de colmillos amenazantes, se abalanzó sobre él.

En el instante en el que la afilada hoja de su feroz arma de acero creó una parábola en el aire, el monstruoso pastel, jadeante de jugosa mermelada roja, fue partido en dos con total precisión, mas el resultado fue desconcertante para el temible guerrero tatuado, el infernal postre se dividió en un par de porciones hambrientas por la carne de su rival.

Jojoba lloraba de la risa al ver a su compañero de armas luchando contra lo que tan solo sus ojos podían ver.

- ¡Argán, detente! ¡Estás blandiendo a Justicia contra el viento!

El bravo runo se detuvo al oír la advertencia de Keratina, quien regresaba de su aventurada misión.

- ¡Bienvenida, joven zorra! - le propinó  Jojoba - has acabado con mi diversión.

Argán salió del influjo de la bella bruja y se halló bobalicón en posición de combate. Un cuerpo a cuerpo contra una imagen perturbadora que ya se desvanecía, al tiempo que Jojoba diluía su magia.

- ¡Mísera pelirroja! ¿Un dulce demoníaco?

Conocedora del mal de azúcar de Argán, Jojoba influía en la fácilmente manipulable mente de éste, para deleite de su propio gozo.

- Toma, llorón.

La hermosa bruja de cabello de fuego le lanzó al rudo montaraz la dosis aliviadora de su dolorosa enfermedad.

- Un dragón de tres cabezas marcharía con la cola entre sus patas al ver la amenazadora furia en el brillo de vuestros ojos, y una pequeña tarta de frutos del bosque es vuestra perdición.

- Agradezco la medicina, pero... ¡Juro por todos los dioses que si volvéis a reíros a costa de mis males, no serán vuestros demonios de humo los que parta en dos mi afilada justiciera!

- ¿Dioses? Tan reales son cómo los pasteles con colmillos. No creo en estúpidos productos de la imaginación.

- Creeréis, mi bruja, creeréis - concluyó Argán- .

- ¿Cómo puede una hija del diablo no creer en el antagonista de su padre? - increpó Keratina -.

- Compañera... ni dioses, ni cornudos del infierno. Tan solo existe el poder del embrujo que todo lo hace soñar, y  vosotros creéis en esas patrañas como si de realidades se tratasen.

 - ¡Lo he conseguido! - exclamó Keratina en un tajante cambio de tema -.

- ¿La tienes? - preguntó Argán -.

- La tengo. - respondió ella orgullosa -.

Jojoba levantó el mentón y sonrió a la luz del sol. Las nubes se reflejaban en sus brillantes córneas.

Aquella misma noche, alrededor de una hoguera, la joven guerrera de cabello azabache les explicó a sus compañeros de aventuras cómo había conseguido la llave en las montañas de Krashna.

Mostró la llave plateada de forma serpentina a Jojoba y Argán con bravo orgullo, había conseguido que la mística Pru-Nah le otorgara la codiciada pieza que, supuestamente, abría las puertas del templo de Kronos. Debía ser así, Keratina, según sus sentidas palabras, fue elegida por el mismísimo guardián del tiempo para recibir el deseado elixir.

Las últimas llamas de la hoguera ondeaban en hipnotizadora danza sobre las retinas de los tres caminantes. Sentados sobre sus traseros cansados dormitaban esperanzados, cayendo en un profundo sueño bajo el negro y estrellado manto celestial. La luna lloraba lágrimas fugaces sobre sus cabezas. En breve restaron bajo el influjo del poderoso mundo de los sueños. Sin embargo, uno de ellos estaba aún con un ojo medio abierto, meditando la posibilidad de hacerse con la llave de plata, y marchar solo en la noche oscura, dejando atrás a sus amigos y así ser el único en la posesión del don de Kronos.

A las puertas del Templo de Kronos, con la carne del pecho desgarrada, dejando un río de sangre a sus espaldas, al borde de la muerte, Argán introducía la plateada llave en la cerradura.

Tres días antes, el rudo guerrero de los runos, haciendo honor al tatuaje de su antebrazo derecho donde lucían los sagrados símbolos de su clan: "Poder, Fuerza, Uno", Argán robaba la llave del pequeño saco de cuero de Keratina, para embarcarse en su propia odisea, en busca del ansiado elixir.

La visión del dragón oscuro masticando los cuerpos de su esposa, Famalea, y de su pequeña hija, Suïna, esa fue la motivación para emprender el viaje a solas. Debía beber del preciado brebaje mágico para viajar al pasado y poner a salvo la vida de sus mujeres. Por ello se sumó a la aventura junto a Keratina y Jojoba. Tras escuchar la historia de la joven guerrera del ejercito de Sy- Rah, supo que, aún sin certeza, no tenía nada que perder, debía probar fortuna, hacer lo imposible por apoderarse de la única forma de vencer al monstruo de su desdicha.

Keratina; con la necesidad de la fuerza de un runo, y las artes de embrujo de la impía del bosque rojo, confesó ser la elegida por Kronos.

Argán se encontraba frente a la bifurcación de un camino decisivo, la larga ladera de Lunah o el corto sendero oscuro. Para evitar ser atrapado por sus traicionadas compañeras, eligió adentrarse por el temible atajo que le llevaría pronto a las puertas del templo.

La cavernosa entrada rugió tras la penetrante luz rojiza de dos pupilas incandescentes, el humo nasal del dragón se acercaba, Argán se ocultaba aún a sabiendas del fracaso de su escondite, envuelto en la corteza de un roble milenario. Su olor era inconfundible para la bestia, aguardando su destino entre la espesura. Al instante; las garras de la bestia escamosa se hundían en el pecho del abatido guerrero.

Abalanzó a Justicia sobre las pezuñas de Draco, morador del sendero oscuro. Éste volteó su larga cola golpeando con brusquedad el rostro de Argán, y se perdió en la oscuridad del bosque negro.
Argán se arrancó la garra del pecho y corrió cuanto más pudo para salir de las fauces del sendero, atravesando las ciénagas y las entrañas de una inminente muerte, llegando, con su último aliento, más allá del mar de lodo en el que se hundía su cuerpo. La claridad se le mostró cómo un último paso, y el runo pudo darlo con la dificultad de caminar sin piernas.

Arrodillado ante el templo de Kronos con la herida abierta y el fango introduciéndose en su corazón, dejando un río de sangre a sus espaldas, Argán se puso en pie con el resquicio de su poderoso ánimo e introdujo la llave en la cerradura.

Las puertas se abrieron y Kronos apareció ante Argán.

- Tú no eres la elegida, pero hueles a ella. Toma y bebe del elixir.

Argán alcanzó la copa y bebió. Bebió y cayó en un profundo sueño..

Argán abrió los ojos en el pasado, pero no se encontraba en posición de salvar a su mujer y a su hija, tan solo se le presentó de nuevo la oportunidad de continuar el viaje junto a sus compañeros.

Argán cerró los ojos. Su último pensamiento, antes de dormirse junto a Keratina y Jojoba, fue fugaz, cómo una de esas estrellas que sobrevolaban sus agotadas mentes.

"La traición es el legado de los cobardes"

A buen despertar, con los primeros rayos del sol, los tres compañeros de armas prosiguieron la marcha, tras alimentar sus estómagos con pan seco y achicoria.

Keratina con su espada de acero templado, Argán con su hacha Justicia, y Jojoba con sus poderes sobrenaturales. Tres guerreros unidos por un propósito en común, beber del elixir del tiempo en el templo de Kronos.

Cada cual tenía sus razones para ansiar dicho brebaje mágico, y aunque según los manuscritos del libro sagrado, Pun-Doh, tan sólo el elegido por Kronos podría beber de él, los tres habían llegado al acuerdo de dar un sorbo del elixir, para viajar unos pocos años hacia el pasado.

Cuenta la leyenda que cada cinco ciclos, teniendo en cuenta que un ciclo consta de tres años, Kronos se presentará frente a un ser de Amantiar. El guardián del templo revelará el lugar dónde uno de los seis místicos entregará la llave de las puertas del lugar donde se le otorgará a éste el codiciado elixir.

Según Keratina; Kronos se presentó ante ella, y le señaló las montañas de Krashna. Le comunicó que allí, la mística Pru-Nah le daría la llave de las puertas del templo.

Keratina, guerrera del ejército de Sy- Rah, soldados del reino de Grom, cruzó su camino con un
guerrero runo y una bruja impía del bosque rojo, a pesar de las diferencias y enemistades en el pasado entre sus clanes, ciertas circunstancias los unieron en el viaje, hasta el punto de que cada uno de ellos confiaba plenamente en el otro para lograr un objetivo en común. Pero cada uno tenía sus propias razones para tomar del elixir del tiempo, e individualmente sentían la necesidad de hacerse con él, dejando atrás a sus compañeros, por si el hecho de compartirlo no fuera suficiente para recibir el efecto deseado.

Keratina soñaba con Roy. Su furia se encendía al recordar el día en el que Grom, rey de Sy- Rah, ordenó la captura y condena a muerte de su hermano. La tristeza le invadía al rememorar el día del ahorcamiento.

Había unido fuerzas con Argán y Jojoba, con tal de superar los obstáculos y adversidades del peligroso viaje, pero ante el último tramo de la travesía, a poca distancia del templo de Kronos, pensó en abandonar a sus acompañantes, e ir sola a por el elixir.

Los tres sabían que según el libro Pun-Doh, la elegida debía ir sola al lugar donde uno de los seis místicos se encontraba para entregar la llave del templo, y así acataron dicha norma, pero nada decía el libro sobre ir solo ante Kronos, aunque suponían que tan solo daría el brebaje al elegido por él, cada uno de ellos tenía fe en que éste les invitaría a beber del cáliz, al ser portadores de la llave que abría las puertas.

Según las viejas lenguas de lugareños de toda Amantiar, nadie había regresado con vida del templo, nadie excepto la anciana Aloe, que habitaba en la aldea de los humanos desterrados, allí fue donde Roy desobedeció las órdenes del Rey Grom.

Siendo el soldado más condecorado de las filas del ejército de Sy- Rah, Roy fue enviado a tierras lejanas, comandando a un grupo de seis terribles mercenarios runos, para apoderarse de Orus, piedra de la transformación, y masacrar al pueblo que la salvaguardaba.

Roy se unió a los humanos y ayudó a éstos a vencer a los runos, dejó a Orus en el lugar que debía estar, y regresó herido, fingiendo su derrota y la muerte de su cuadrilla a manos de las bestias del bosque negro, frontera con la aldea.

Pero un cuervo oscuro, espía enviado por el Rey Grom, fue testigo de lo que realmente ocurrió aquel día.

En la bifurcación entre el sendero tenebroso y el camino de Lunah, Keratina, Argán y Jojoba decidieron proseguir por la ruta más larga, pero menos peligrosa.

- Es una loba albina, he oído que son buenas bestias, debemos salvar su vida . - dijo Keratina a sus compañeros -.

- No te creas todo lo que oigas. - respondió, Jojoba -. Marchémonos, no debemos lidiar contra la naturaleza.

- Lo mejor sería atestarle un golpe de gracia, acabar con su sufrimiento y continuar la marcha. - añadió, Argán -.

El enorme animal de pelo blanco estaba enredado en las zarzas de un matorral carnívoro, con grandes púas clavadas en su cuerpo. La devoraría poco a poco, succionando su sangre primero, y alimentándose luego de su carne, una vez la loba muriese, tras una larga agonía.

El camino de Lunah era largo, menos peligroso que el sendero oscuro, pero no falto de terribles adversidades.

La afilada espada de Keratina empezó a ser blandida por la guerrera de Sy- Rah, cortando las zarzas y liberando a aquella majestuosa bestia albina. Una vez pudo mover sus patas, corrió veloz hasta desaparecer de la vista de los tres viajeros, dejando un rastro de púas muertas a su paso.

Argán y Keratina restaban desnudos y abrazados, consumando su deseo sexual en el cristalino lago, besándose y acariciándose, hasta que el rudo montaraz penetró a la joven guerrera, bajo un manto de bailarinas luciérnagas.

Bajo el influjo de la bruja impía del bosque rojo, ésta rebuscó entre la ropa de Keratina, hasta dar con la llave del templo de Kronos, decidida a marchar sola en busca del elixir.

Pero su consciencia le alertó de su acción, pensó que debía hacer desaparecer los efectos del embrujo sobre sus compañeros y continuar la marcha junto a ellos, no quería hacer honor a su impío clan, pero por otra parte, deseaba con todas sus fuerzas beber del elixir y viajar al pasado, al lugar dónde sus padres la abandonaron, saber quienes eran y por que hicieron lo que hicieron. Necesitaba respuestas.

Ella no era natural del bosque rojo, fue adoptada por las brujas tras su abandono en aquel lugar, así se lo habían contado, y así fue tal y cómo sucedió.

Temía, al igual que sus amigos, que compartir el brebaje fuera insuficiente para lograr el objetivo de cambiar o averiguar algo sobre sus pasados, pero presentía que sola no conseguiría otra cosa que la negación a beber del elixir, o incluso la muerte.

Jojoba había mantenido contacto físico con sus compañeros de viaje, conocía bien sus pasados e intenciones, gracias al poder de la psicometría, arte de adivinación aprendida de su madre adoptiva.

Pero se dejó llevar por sus propios intereses. Falta de suficiente fe, marchó sola para lograr su objetivo. Mientras Argán y Keratina se amaban en el lago, bajo el embrujo de la joven impía, ésta se adentró por un resquicio del bosque maldito, apresurada por llegar a las puertas del templo de Kronos, antes de que sus rezagados amantes de ilusión se percataran de su embaucamiento y traición.

Sumergida entre la maleza de aquel inhóspito y tenebrosos lugar, sobrevoló la tierra alquitranada y los caudales hediondos. A pocos metros de llegar al otro lado de la negra espesura, vislumbró una figura, un caminante corvado de tristes pasos.

Aquella presencia se percató de la penetrante mirada de Jojoba, volteó su cabeza y dejó su rostro a la vista de la bruja. La anciana, de tez ceniza y agrietada piel, mostró una hilera de dientes putrefactos, masculló algo ininteligible tras una mueca de agrio odio. Sacó entonces una piedra dorada del bolsillo de su raído chaquetón y la acarició, pronunciando una jerga tan antigua como desconocida.

Aquella extraña se desplomó sobre su cuerpo, desapareciéndole tronco y extremidades, floreciendo en su transformación, plumas nocturnas. Convertida en cuervo y sosteniendo la piedra de Orus entre sus garras, voló hacía la lejanía, hasta ser tragada por la absoluta oscuridad.

Jojoba sabía bien lo que acababan de ver sus ojos, conocía aquel objeto de poder, pero no a su portadora. Vio una de las plumas quieta sobre el lodo, desprendida del ave córvido. Sus pies se acercaron al pestilente charco, y recogió con una de sus delicadas y blanquecinas manos el resto de aquel plumaje.

Se concentró en su hallazgo, y la psicometría la transportó al mundo pasado de aquella anciana poseedora de Orus. Lo que experimentó Jojoba rompió su órgano rey en mil y un pedazos. Quebró su alma para siempre.

Aquella humana desterrada llamada Aloe había vivido cientos de aventuras, y vencido tantas calamitosas adversidades como se pudieran enumerar. Era la única superviviente que había bebido del elixir del tiempo, y guardiana de la piedra de la transformación. Pero lo que destruyó a Jojoba fue el precio que Aloe había pagado por obtener aquella codiciada y mágica reliquia, desprenderse de sus seres queridos, incluida ella misma, su propia hija.

Jojoba pudo presenciar a través de aquella pluma cómo su verdadera madre la abandonó en el bosque rojo.

Abatida, continuó la marcha hasta las puertas del templo de Kronos.

Con la borrosidad de las lágrimas marchitas en sus ojos, con dificultad, logró introducir la plateada llave en la cerradura.

Kronos se presentó ante ella sosteniendo una copa de barro llena del elixir del tiempo.

- Tu no eres la elegida, pero hueles a ella. Toma y bebe.

Jojoba tomó la copa y bebió. Bebió y cayó en un profundo sueño.

Jojoba continuó la marcha junto a sus compañeros, sintió que no lograría su objetivo a solas, y que no debía traicionar la confianza de sus amigos. Pensó en algo que solía decirle su madre adoptiva, la bruja Ashanti.


" La amistad y el amor son lo único que no se puede captar con embrujo, tales dones se ganan con confianza, respeto y tolerancia"

Profundizó en aquella frase y retornó la plateada llave al lugar donde debía estar. Deshizo el hechizo sobre Argán y Keratina, preparada para afrontar las consecuencias de su acto.

Para su asombro, deshecho el encantamiento, la guerrera de Sy- Rah y el montaraz runo continuaron su acto de amor. El poder del deseo creció en ellos y se alzó victorioso por encima de cualquier sortilegio, hasta el dulce orgasmo de ambos.

Jojoba se durmió apoyada en el tronco de una Magnolia grandiflora.

Keratina y Argán se durmieron abrazados.

Emprendieron el camino de Lunah al alba, tan solo les quedaba un día de viaje para llegar al templo de Kronos.

Jojoba entonaba una canción que aprendió de niña en el clan de las brujas del bosque rojo.


"El fuego del sol
es el calor de tu abrazo.
El agua del mar,
lágrimas de este ser.
El viento me ayuda a olvidar.
La tierra me trae recuerdos,
soy un soplo de arena,
una estatua de sal"


En la tierra de los runos es bien sabido que si un guerrero pierde su arma, el bien preciado con el que lo habrán obsequiado sus progenitores, y al cual se le habrá puesto un nombre, éste dejará de ser considerado digno de batallar, por y para los suyos.

Ese mismo día, al atardecer, Argán hubiera dejado de ser llamado guerrero para los de su clan, si hubiesen llegado a ver lo que allí ocurrió, en la ladera de la montaña Lunah.

Hraesvelrg, el águila gigante, se apareció ante los tres buscadores del elixir del tiempo. Gravemente malherida y con una pata envuelta en las ramas de una enorme conífera trampera, terrible cepo de la naturaleza montañosa. Parecía imposible que una bestia como aquella hubiera podido acabar así .

Perplejos ante la agonía de tan magnífica criatura, se dispusieron a continuar la travesía, a pocos kilómetros del templo. No se vieron capaces de hacer nada por Hraesvelrg.

Pero Argán tuvo un pálpito y retrocedió sobre sus pasos, y lanzó a Justicia con todas sus fuerzas hacia la lejanía, donde se encontraba la gigante águila colgada cabeza abajo, con el señorial plumaje ensangrentado. Supo que no podría recuperar su hacha, aún así lo hizo.

La afilada hoja dio de lleno en el gran ramal de la maldita enredadera, rompiéndola en el acto, liberando a la bestia alada. Ésta voló hasta desaparecer tras la montaña, dejando una llovizna roja sobre la ladera opuesta.

Keratina y Jojoba aplaudieron el heroico acto de Argán.

El camino se propició tranquilo hasta el final, hasta llegar ante las puertas del templo.
Keratina introdujo la plateada llave en la cerradura. Pronto apareció Kronos sosteniendo el cáliz del elixir.

Los tres amigos se miraron a los ojos y de nuevo prestaron su atención ante el guardián del tiempo.

- Tu eres la elegida, tus acompañantes no, pero huelen a ti. Toma y bebe, o tomad y bebed.

Aunque en el transcurso del largo viaje, Keratina tuvo en ciertas ocasiones la tentación de abandonar a sus compañeros, y en aquel mismo instante también pensó en beber solo ella de la copa por miedo a que al compartirlo no surgiera el efecto deseado, la guerrera de Sy- Rah, jamás se dejó llevar por sus únicos intereses. No traicionaría jamás la amistad de quienes la habían acompañado hasta allí.

Keratina alcanzó la copa y dio un sorbo, luego se la cedió a Argán. Éste hizo lo propio y luego se la pasó a Jojoba, quién fue la última en beber.

Tomaron y bebieron. Bebieron y cayeron en un profundo sueño.


* * *

Cuentan las viejas lenguas de los lugareños, que en el Pun-Doh, libro sagrado de las mil y una historias de Amantiar, se escribió una nueva página tras la marcha de Keratina, Argán y Jojoba, en busca del elixir del tiempo.

Cuentan que en esa página apareció una nueva leyenda, donde se relataba la llegada de una gran loba albina a las tierras de Sy- Rah, y cómo ésta destruyó al soberano y dictador Rey Grom, salvando la vida de un soldado llamado Roy, el mismo día de su ahorcamiento.

Cuentan que la loba marchó tras la contienda a una cueva en las montañas de Krashna, y que al alba salió de allí una mujer llamada Keratina, guerrera de Sy- Rah.

Explican a los niños en sus lechos, la aventura del águila gigante Hraesvelrg, y de cómo ésta venció a Draco, frente a las puertas del hogar de una familia de runos. El dragón oscuro a punto estuvo de zamparse a Famalea y a su hija, Suina. Pero la bestia alada picoteó el negro corazón de la escamada amenaza, apagando el fuego de una desconocida venganza. En el lugar dónde durmió aquella noche el águila, despertó Argán, para regresar en el acto junto a su familia.

En las últimas líneas de la última página del Pun- Doh, escritas estaban estas últimas palabras:
Jojoba abrió los ojos, pero ya no era Jojoba, era una humana desterrada llamada Aloe. Regresaba de una larga odisea, para entregar la piedra de Orus al lugar que le correspondía, la liberación fue su última transformación.

Kronos recuperó la piedra dorada y dio de beber de nuevo a Aloe.

Aloe bebió y cayó en un profundo sueño. Abrió los ojos y abrazó de nuevo a su hija; a ella misma.


"Esta es una de las historias que ocurrieron más allá de las mentes soñadoras, en un lugar llamado Amantiar, tierra de agua, desiertos, bosques y montañas, planeta de vida, muerte y resurrección"




Continuará en la novela:
Pun-Doh "El Libro de Amantiar"



domingo, 7 de febrero de 2016

Ego

Mi ego es como una piedra imantada, una piedra que me obstruye la garganta, o se ancla en mi espalda, en las cervicales, o en las lumbares, me pinza los nervios, o bien no me deja hablar. Se torna algo tan doloroso que el sencillo acto de caminar se vuelve un horror. Imantada, por que todo lo atrae, tanto lo que es bueno como lo que no lo es. Me confunde y me hace ambiguo, deseo estar en compañía, y luego tan solo quiero estar en la más completa soledad. Atrae y plasma lo mejor y lo peor de mí, es el ego, como una piedra imantada con la que es difícil incluso respirar.
Escribe mi ego, por ser leído, por ser comprendido. Por recibir comentarios, el interés, la crítica, el aplauso...
Y... Dime... ¿Si no siento nación, ni política, ni religión, ni raza, ni género u otra condición? ¿Quien soy yo? Y... ¿Más allá del "yo"? ¿Una energía, un alma, una reencarnación, un eterno retorno?...
Si no puedo estar seguro de nada, y caigo en la existencialista depresión...
De nuevo me pongo en pie, y siento que lo único que puedo hacer es procurar tener un buen día, y que tú... Tú también lo tengas.



Unicornio Rosa: Capítulo 2 "La pastilla y el arcoíris"

Unicornio Rosa ¿Quieres huir?, ¿encontrar tu lugar en el mundo? ¿Qué esperas encontrar allí dónde vayas?,  ¿quién eres? El viaje empieza en ...