sábado, 21 de enero de 2017

El Efecto Murasaki

El tiempo pasaba perdido para Salvador, o al menos así lo percibía él en su profunda tristeza y severo nihilismo. Él tan solo tuvo un sueño, una sola vez. Se sintió completo y realizado cuando, en su tierna infancia, salvó a una compañera de escuela de caer de bruces contra el asfalto, que por aquel entonces cubría las pistas de los parques. Sintió en aquel instante, en el que agarró a la pequeña por la bata, que su nombre cobraba verdadero sentido. Una razón para ser feliz. Su sueño fue ser un héroe, pero no lo consiguió en sus insistentes intentos.

Con el jersey anudado al cuello creando una capa, y las manos aferradas a sus costados en forma de jarra, se alzaba sobre pequeñas alturas, a merced del viento, ondeando orgulloso su espíritu salvador.

Aunque las alturas fueran ínfimas, la caída nunca era proporcional. Las burlas y los golpes de los más gamberros, le hacían bajar de su nube de ensueño a las profundidades de la depresión infantil.

A los catorce años, Salvador dejó la escuela. Su madre murió de un terrible cáncer de hígado. Su padre trabajaba de sol a sol, y nadie se preocupaba por su bienestar. Empezó a trabajar de canguro, pero no se le daban bien los críos, y tuvo más de un rifirrafe con los padres de los niños que debía cuidar. A los dieciséis acabó en la cocina de una pizzería de franquicia. Allí incrementó su sensación de no ser nadie. La existencia era un gran peso colgado de su frágil cuello. Con veintitrés ya caminaba curvado como un abuelo con escoliosis.

Conoció a una mujer a los treinta. Ya había tenido breves y amargos noviazgos. Pero Sara fue su verdadero amor, y jamás pasaron de ser más que amigos. Esa amistad le devolvió la esperanza en la vida.

Pero fue por aquel entonces que comenzaron las pesadillas con Murasaki, el hombre púrpura.

Sirenas negras le silbaban al oído su nombre; Murasaki, Murasaki, Murasa...

Despertaba empapado en sudor tras la aparición de una violeta figura de ojos brillantes. Salvador pasó de ser un hombre deprimido, a ser un hombre aterrorizado.

Sara trató de ayudarle, pero fue en vano. Su amistad terminó por quebrarse, debido al distanciamiento que él creó entre ambos con su dejadez y apatía.

Salvador encontró su nueva vía de escape en las drogas. Empezó fumando hachís, y acabó enganchado a la ketamina. Sus oscuros sueños con Murasaki no cesaban, pero estos parecían diluirse entre las sustancias que  enturbiaban su mente.

* * *

- ¡Mira a ese señor, mamá!

Salvador, jorobado y canoso, lucía una capa de color malva, ondeada por el viento. Con sus brazos cómo asas de una tetera. El mentón apuntando al cielo, y una sola idea; salvar a alguien, a sí mismo.

Por azar, destino, o los pasos que le llevan a uno a un lugar en un momento concreto. Salvador agarró por la espalda a un hombre que cruzó la calle sin mirar, evitando que a éste lo arrollara un auto.

Aquel hombre, agradecido, abrazó a Salvador.

- ¡Me ha salvado usted la vida!

Jonás se fijó en las estrafalarias pintas de su héroe. No salió de su asombro, y marchó a su trabajo sin mirar atrás.

* * *

Salvador, frente al televisor, horrorizado, veía y escuchaba la triste noticia del autocar accidentado. Los veintiséis niños fallecidos por el error humano del conductor que los llevó al precipicio del fin de sus breves vidas. Apareció el retrato del conductor, y Salvador se derrumbó por completo. Tocó fondo en su mísera vida en el mismo momento en el que había sentido de nuevo que su nombre albergaba un significado, más allá de su superficial existencia.

Salvador pensó en Sara y la llamó para explicarle lo sucedido. Pero ella ya hacía tiempo que había cambiado de número.

* * *

A los setenta y tres años, postrado en la cama de un hospital, el cáncer de hígado consumía sus últimos alientos.

Cayó en sus manos un ensayo. Leyó sobre el río púrpura, y la intoxicación por un metal líquido que acabó con la vida de cuarenta y cinco personas en Japón, en 1912.

El vertido de mercurio en un río por un hombre que, anteriormente, fue salvado de las garras de la muerte por un tal Murasaki.

* * *

Antes de morir, Sara encontró a Salvador, y a los pies de su cama, sentada frente a él le sonrió.

- Siempre fuiste un buen amigo. Me escuchabas y me hacías sentir bien. Creo que me enamoré de ti, pero fue tan fugaz... Te fuiste sin más, por un ridículo sueño y un tormento irreal.

- Sara...





Fin

26 comentarios:

  1. Que relato tan completo Edgar. Nos lleva por toda la triste aventura de la vida de Salvador , desde su esperanzadora niñez, pasando por su frustrada adolescencia y juventud hasta su triste vejez. Aunque dentro de toda su trágica vida siempre tiene en mente el salvar a alguien, aunque éste finalmente no fue el indicado. Incluso hay un gran amor no realizado.
    La verdad, me haz hecho sentir tantas cosas en tan pocas palabras y ver toda una vida en tu relato. Genial Edguitar, como todo lo que sale de tus manos.
    Besote!

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    1. Muchas gracias por tu gran comentario, Mendiel.
      Me alegra haberte hecho sentir cosas con este texto, pues ya le cogí cariño a la idea, antes de escribirlo.
      ¡Besotes, Compañera! ;)

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  2. Este texto tiene varias cosas a destacar. La primera y más importante, que vuelves de nuevo a la actividad narrativa, ya sea con mayor o menor abundancia de textos que en el pasado. Espero que cojas nuevamente el ritmo, ya que siempre es un placer leerte.

    Otra cosa que le da valor a la historia, es esa relación entre un acto bueno y su inesperada e indeseada consecuencia en el pasado. Me hace recordar aquello de la inercia del tiempo, y el hecho de que a veces algunas cosas pasan para evitar males mayores en un futuro. En este caso el pobre Salvador fue el tipo que acabó finalmente consumido por aquel accidente de bus del que fue responsable indirecto por el curso de este texto.

    Y por último pero no menos importante, que resumes en poco espacio una larga vida de un personaje, marcada por la tristeza sí, pero larga. ¡Un abrazo!

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    1. Por el momento no tendré el ritmo de creación de antes, debido a cambios de horarios en el trabajo, y otras cosas.
      Pero me alegra que destaques, tanto la vuelta al ruedo bloguero, cómo las virtudes del relato.
      Ese es el tema, y lo has descrito perfectamente en tu comentario, la responsabilidad indirecta de nuestros actos, aunque éstos sean heroicos.
      Sintetizar toda una vida en unas pocas estrofas no me ha resultado difícil, tenía la idea principal muy clara, y escribí el micro en unos pocos minutos. Dando grandes saltos temporales, con trazos de información hasta el quid de la cuestión.
      Muchas gracias, José Carlos.
      ¡Abrazo, Compañero!

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  3. Bienvenido de vuelta a los relatos que, como este, nos hacen viajar a un mundo fantástico. Aquí de la mano de un Salvador que, en su afán de hacer honor a su nombre, pretende hacer el bien pero que involuntariamente consigue el efecto contrario.
    Un abrazo.

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    1. Muchas gracias por la bienvenida, Josep Mª.
      Ayer vi que, incluso, le preguntaste a Federico por mí, en uno de sus relatos. Gracias.
      Espero que ambos nos sigamos transportando a nuestros mundos fantásticos, a través de nuestras letras.
      Ahora dispongo de poco tiempo, pero no tardaré en pasarme por tu blog. Le tengo echado el ojo a cierto "Diario"...
      ¡Abrazo, Compañero!

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  4. Estupendo relato Edgar, El efecto Murasaki o el Efecto Mariposa? El tema de la responsabilidad de los propios actos y sus consecuencias llevadas al límite, como la típica pregunta de ¿Y si volviéramos al pasado y viéramos al niño Hitler junto a un puente? Sabiendo lo que llegó a hacer ¿hubiera sido lo correcto empujarlo al vacío?. El pobre Salvador obró bien puesto que uno no puede conocer las consecuencias de sus actos sino lo que es bueno según lo que conoce. Pero el remordimiento, la culpa, son demasiado traicioneras y lo peor es que te comen por dentro. Fantástico, Edgar!

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    1. Muchas gracias por la positiva valoración, David.
      Yo creo que no hay que empujar a ningún niño por un puente (aunque supiéramos en que tipo de monstruo se convertirá), y si tenemos la posibilidad de evitar un accidente, es casi un crimen no hacerlo.
      En efecto, cuando nuestras emociones negativas nos comen por dentro, cómo bien dices, es difícil seguir a delante.
      ¡Abrazo, Compañero!

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  5. Como me gusta leer tus letras, siempre me dejas pensando. Un relato triste de lo que pudo haber sido y no fue.
    Me ha encantado.
    Un besillo Hermano de Letras.

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    1. Y a mí las tuyas, María. Espero una nueva "Cita"...
      Exacto, pudo haber sido, en muchos aspectos, y no lo fue. Es triste.
      Muchas gracias, y muchos besillos, Hermana de Letras. ;)

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  6. Qué buen relato. Una vida atormentada condensada en unas cuantas líneas. Toda una historia llena de ingenio, suspense y fatales carambolas que conducen al horror más absoluto.
    Mi sincera enhorabuena por tan fantástico relato, Edgar.
    Un saludo.

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    1. Muchas gracias por la positiva valoración, Ziortza.
      Así es... Tormento, una creciente bola de nieve, hasta el horror final.
      Saludos, Compañera. ;)

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  7. Hasta el título ha sido un acierto compañero, pues te hace indagar sobre ese Murasaki.
    Salvador ya llevaba implícito en el nombre su labor: La de salvar a alguien. Un salvador que como Jesucristo no quiso o no pudo salvarse así mismo. pero la intención de vida de este personaje es valiosa ¡Lástima que perdiera tantas ocasiones por el camino!
    Un relato que no me deja indiferente ¡Voto a bríos!
    Un abrazo fuerte compañero después de una amplia demora sin leerte.

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    1. Murasaki, el hombre morado... Intenciones heroicas con catastróficos resultados.
      Me alegra no haberte dejado indiferente con el relato, Francisco.
      Muchas gracias por la positiva valoración.
      ¡Abrazo fuerte, Compañero!

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  8. A veces, uno se contruye el destino. Habría que hacer el ejercicio de prestar más atención a lo bueno que la negativo. Aun así, la coincidencia de su sueño que ese hecho real, ea inquietante y sobrenatural.
    Saludos.

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    1. En efecto, uno construye su destino, pero no siempre salen las cosas exactamente cómo uno quiere, el control sobre las consecuencias de nuestros actos es incierto.
      Si que son sobrenaturales esas pesadillas premonitorias.
      Muchas gracias por la lectura y comentario, Raúl.
      Saludos, Compañero.

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  9. Toda una vida dedicada a ser un heroe, un trabajo por horas que dura toda una vida, ¿y para qué? ¿para ser otro Murasaki? Me pregunto porque no se hizo bombero, la mente humana puede ser tan complicada y retorcida como nos muestras en este relato.

    saludos dislexicos :D

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    1. Ideas de bombero en hombres que no saben usar una manguera, así describiría a Salvador.
      Es retorcida y complicada, la mente del ser humano, una compleja aplicación que aún estamos aprendiendo a usar.
      Muchas gracias por la lectura y comentario, Zesar.
      ¡Saludos disléxicos! XD

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  10. Toda la vida de Salvador desfila ante nuestros ojos, una existencia en que la obsesión por ser un héroe, quizás admirado por todos, ha marcado su camino. Pero el destino es cruel en ocasiones y reserva a nuestro protagonista otra suerte, como muy bien has sabido hacernos ver durante todo el relato. Al final sólo una cosa importa, el amor de la única persona que tal vez en realidad ha amado, cuando ya es demasiado tarde para volver atrás. Final con moraleja que nos hace reflexionar acerca del sentido de nuestras vidas y las cosas que realmente tienen importancia. Gran relato. Un saludo Edgar.

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    1. Un extracto preciso y claro de la esencia del relato. Quitando capas superficiales; nombres, situaciones, y el toque paranormal, el texto es lo que has resaltado de él en tu comentario.
      Muchas gracias, Jorge.
      Saludos, Compañero.

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  11. Hola Edgar, un placer volver a leerte
    Gran trabajo. En pocos y breves párrafos haces un recorrido por toda una secuencia vital. Me recuerda tu relato una peli que vi hace tiempo. No recuerdo el título, la protagonizaba Woody Harrelson, que hacía el papel de un hombre con una cierta minusvalía psíquica que se disfrazaba de super héroe e iba por ahí intentando rescatar a personas en apuros. Te puedes imaginar el resultado en su choque con la cruda realidad. Era una peli dura y tierna a la vez. Como lo es tu relato. En su dramatisno, una lección de vida. Las consecuencias de nuestros actos van más alla de nuestras intenciones
    Muy bueno. Un fuerte abrazo

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    1. Para mí es un placer y un honor que regreses a este rincón a leer, sobre todo por que ando muy liado con el trabajo y la familia y entro poco a leeros, y aunque no es una obligación, y uno a de leer siempre por placer, no puedo evitar sentirme en deuda con algunos de los que me seguís.
      No he visto esa película, me ha entrado la curiosidad, me gusta Woody Harrelson, aunque ultimamente interpreta papeles bastante flojos.
      Totalmente de acuerdo con lo que dices sobre nuestras intenciones y las consecuencias que se escapan de nuestro control.
      Muchas gracias, Isidoro.
      Un fuerte abrazo, compañero.

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  12. Hola, Edgar. Me ha gustado mucho tu relato. Me ha parecido sorprendente que en un relato tan breve hayas podido resumir toda una vida con un tono tan sincero. Hay mucha ternura entre la tragedia personal del protagonista y su soledad. Todos queremos ser héroes alguna vez y nos vemos abrumados por nuestras propias pesadillas y, a veces, el aislamiento que nos autoimponemos.
    Seguiré pasándome por tu blog porque me ha gustado tu estilo. Asimismo, te invito a visitar mi blog si te apetece: https://relatosladoncellaerrante.blogspot.com.es/
    El contenido está compuesto por relatos, reseñas y video-reseñas. Espero que te guste tanto como a mí me está gustando tu blog.
    ¡Saludos!

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    1. Bienvenida al Rincón, Noemí.
      Me alegra que te haya gustado el relato.
      Gran síntesis la que haces sobre el texto, muchas gracias por la lectura y comentario.
      Pásate por aquí siempre que quieras, y gracias por descubrirme tu blog.
      ¡Saludos!

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  13. Un relato emotivo, narrado en un tono mágico, como de leyenda.
    Una vida relatada a través de instantes de esos que duran eternidades.
    Muy bueno, amigo de las letras.

    ¡Un abrazo, Edgar!

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    1. Aprecio mucho las palabras de tu poético comentario.
      Muchas gracias, Federico.
      ¡Abrazo, mi buen amigo de las letras!

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