jueves, 26 de marzo de 2015

Secuestro

Acompañaba a mi pequeño al colegio, caminábamos bajo la lluvia.

Con una mano sostenía el mango de su paraguas y con la otra se aferraba con fuerza a la mía, le encantaba sentir el incesante murmullo sobre su cabeza, a través de los lunares amarillos, dibujados en la verde tela impermeable, podía ver como rebotaba el agua, sorteaba los charcos a petición mía, no le había puesto las botas adecuadas y no quería que se empapara los zapatos.

Aquella mañana saldría de paseo por el pueblo, junto a un par de maestras y el resto de sus compañeros, iban al Ateneo, a disfrutar de la oda a la primavera de un matinal cancionero.

Al mediodía desperté de una ligera cabezada, frente al televisor enmudecido, miré el reloj, eran la una en punto, me había dormido.

Corrí en busca de mi hijo.

A poco de llegar a la escuela me detuve, en frente de una metálica papelera, un paraguas con tres varillas rotas, verde tela, amarillos lunares y mango color crema.

Mi pecho se tornó caja del ensordecedor eco del tambor, una palpitación sombría que me desencajó el rostro.

Vi al hombre que se lo llevaba de entre las filas de los descuidados críos, pude observar a las maestras distraídas, pude oler el rastro que dejaba aquel ser imperdonable, el llanto de mi pobre hijo al dejar atrás a sus amigos, junto a un cruel desconocido.

En la pelea por deshacerse de aquel hombre maldito, escuché el crujido de las varillas de su paraguas, advertí como se deshacía de él, aquella figura sin alma.

Llegué a zancadas hasta las puertas del colegio, entré con la esperanza de que todo hubiera sido error mío. No quedaba nadie, los padres y sus hijos ya se habían ido.

Miraba quieto, mi cuerpo empapado, la incesante lluvia me acompañaba.

A través del cristal de la puerta de su clase, solo podía ver el vacío, mis mandíbulas apretadas crearon un horrible chasquido.

El agua brotaba sobre mis párpados, haciendo borrosa mi mirada en la distancia, el pánico, la angustia, la desesperanza, al otro lado de la puerta de vidrio, sus ojos me observaban perplejos, no me movía de mi sitio.

Mientras esperaba que entrara a por él, juzgando mi breve olvido.

Un secuestro alteró mis pensamientos, tan intenso como la peor de las pesadillas, tan real como un sueño vivido.

Aquella mañana acompañaba a mi pequeño al colegio, caminábamos bajo la lluvia, con una mano sostenía el mango negro de su paraguas, con la otra se aferraba con fuerza a la mía.
                                                 
                                                                           

Fin

24 comentarios:

  1. Vaya momento más malo. Me ha gustado mucho, sí pensé que era real. La desesperación de un padre. Aún recuerdo alguna vez a mi madre correr hacia mí gritando, después de haber estado por terraplenes haciendo casetas, aterrada porque pensaba que me habían llevado. Muy fuerte tu relato. Un abrazo

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    1. ¡Gracias Ana! Un momento de angustia, basado en hechos reales, en mis propias carnes, la imaginación del escritor desbordada, eso sí, enfatizada en el relato, no tan desesperante, un instante inspirador para relatar un secuestro emocional.
      Te imagino haciendo casetas por terraplenes y a tu aterrada madre, por eso, por un pensamiento.
      Me alegra que te pareciese fuerte y real, esa era la intención.
      ¡Un abrazo, amiga!

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  2. Los fantasmas que recrea un padre pueden ser tan terribles como la peor realidad,sobretodo porque se ciernen sobre lo más querido,su hij@.
    Estupendo relato,Edgar.
    Abrazo!

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    1. ¡Gracias Clara! Sí, son los fantasmas creados por un padre aún dormido, una realidad terrible que proviene de un pensamiento alterado, por un secuestro emocional, desencadenado por una pista falsa. Si la angustia es por lo que pueda haberle sucedido a un hijo, esta es aterradora, una pesadilla.
      Me alegra que te haya parecido estupendo.
      ¡Abrazo compañera!

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  3. ¡Aggggggg! De verdad que angustia. ¿Qué padre o madre no se ha imaginado alguna vez que se llevan a sus hijos? Uffff es la peor de las pesadillas. Y lo has llevado a la máxima angustia. Muy bueno. Un abrazo compi.

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    1. ¡Gracias María! Sí, una verdadera pesadilla, me alegra que lo encontras angustiante, siendo esa la intención.
      Gracias por tu valoración positiva.
      ¡Un abrazo compi! ;)

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  4. Cuando un relato es muy bueno, aún si es por algo tan sombrío y temido como perder a un hijo, me río y no sé por qué, creo que tengo problemas. En fin, tu relato me dio una sonrisa no porque crea que perder a un hijo sea divertido ni nada, no estoy tan loco, pero porque tu forma de escribir es muy buena y el relato fue intenso. Muy pero muy bueno. Mis saludos...

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    1. ¡Muchas gracias Jorge! Entiendo esa sensación, la ficción provoca esos estados, aún siendo algo perturbador, es totalmente humano, me alegra y me halaga que te pareciera intenso y bien escrito.
      ¡Saludos compañero!

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  5. Intenso relato, Edgar. Desde principio a fin, describes a la perfección los sentimientos y emociones del padre: la angustia, el miedo, las reacciones del cuerpo. Describes al principio el paraguas como si tal cosa, pero no es así, porque luego le muestras solitario, al lado de la papelera, y te sirves de esos detalles para hacernos ver que es el del niño. Nos haces creer todo lo que sucede como real, por la intensidad de la situación, para luego revelarnos que estaba e la mente del padre, lo que nos hace respirar aliviado, como al hombre. Muy bien hecho.
    Saludos.

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    1. ¡Muchas gracias Ricardo!
      Gran análisis del texto, me alegra que te haya gustado y parecido intenso. Un honor tu buena valoración.
      ¡Un abrazo amigo de letras!

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  6. Intenso y angustiante relato, Edgar. Muy buena la ambientación: el chasquido de las mandíbulas, las varillas rotas del paraguas... Un relato que no da respiro hasta el final.
    Abrazo, amigo de las letras!

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    1. ¡Muchas gracias Federico! Un verdadero honor tu valoración, me alegra que te haya parecido intenso y angustioso, y por la sensación de falta de aire hasta su desenlace.
      Un abrazo, amigo de las letras!

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  7. Qué terrible instante debe ser ese en el que crees que alguien te arrebata a tu hijo, en el que crees que le has perdido. Angustiosamente bien relatado, me has tenido con el corazón en vilo hasta comprender que no era real. Creo que vivir un instante así te hace replantearte algunas cosas, como todos los momentos "límite" de la vida. Muy bueno, Edgar, me encantó!! :)

    Por cierto, quise dejarte un comentario acerca de tu nueva foto del perfil pero daba error y no pude. Solo quería decirte que me encanta tu nuevo look y que tienes una pinta la mar de interesante, como de escritor mismamente (aparte de unos ojos preciosos, aunque eso estarás harto de oírlo) ;)

    Un abrazo de finde, gracias por este estupendo relato!!

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    1. ¡Gracias Julia por tu gran valoración! La imaginación y una pista falsa que hace que esta se desborde, un mal rato, una pesadilla y un gran alivio.
      Esa foto tiene ya un tiempo, un fin de semana en una casa en la montaña, Hostalets d' Embás, un lugar inspirador, allí escribí parte de una novela.
      Un abrazo amiga, gracias a ti por apreciarlo!!

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  8. Edgar,
    Terriblemente angustioso. Describe perfectamente ese miedo de los padres a perder lo más querido.

    Me ha encantado tu descripción de cómo el niño no pisa los charcos porque su papá se lo ha pedido y me ha conmovido el detalle del paraguas del pequeño, con sus varillas rotas..un" sin vivir", hasta al final que he suspirado aliviada al ver que nada había pasado en la realidad.
    Muy bien contado.
    Felicidades.

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    1. ¡Muchas gracias Conxita! Me alegra que percibieras la angustia y el miedo del protagonista, que te gustaran los detalles que enfatizan el amor del padre y las imágenes que desbordan su imaginación. El alivio es mutuo.
      Gracias.
      ¡Un abrazo compañera!

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  9. muy angustiante! me pegó fuerte...quiza por la realidad vivida muy de cerca y personal...tambien por la ansiedad que dá una perdida ..un arranque de lo más hondo de ti...que la libertad siempre firme y viva.
    besos!

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    1. ¡Gracias Ady! Me alegra que te pegara fuerte, la angustia, la ansiedad de la perdida, una ficticia realidad provocada por el miedo.
      ¡Besos amiga!

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  10. Hola Edgar.
    Un buen trabajo. Es un texto con imagenes muy convincentes, es intenso y para todo padre, una visión por demás angustiante y recurrente.
    Abrazo

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    1. Hola Ricardo.
      ¡Gracias! Me alegra que te haya parecido convincente, intenso y angustiante. Sí es así, he logrado el objetivo deseado.
      ¡Abrazo compañero!

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  11. Angustiantemente bueno!!. Que verdad es que , en ocasiones, nuestra mente, es nuestro peor enemigo. Muy bueno.
    Un abrazo

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    1. ¡Gracias Jon! Angustiantemente bueno... (Me encanta tu expresión descriptiva del texto)
      Sin duda, nuestra mente juega el papel principal de nuestras vidas, tanto en nuestro favor como en nuestra contra.
      ¡Un abrazo compañero!

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  12. ¡Lo he leído cuatro veces!
    Y cada una, ¡me sigo creyendo el secuestro! ¡Menos mal que fue un mal sueňo! ¡Que jodido agobio!
    He tenido que leer los coments, porque mi Imaginación y yo (debe ser que hoy toy mu espesita y mi capacidad de interpretación es nula u.u) hemos visto a un hombre secuestrando a un Peque, es decir, el mismo Papi, pues a su Enano también se lo habían llevado y repetía el comportamiento... Vamos... ¡Qué me he rallado yo sola! O.o
    ¡Besines! ¡Edgar! ;)

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    1. ¡ Muchas gracias Campanilla!
      Bien se podría interpretar así, la imaginación de la lectora se suma a la imaginación del autor y a la del protagonista del relato, está genial,
      tu visión es extraordinaria...
      ¡Me alegra que lo hayas leído cuatro veces! jajajjaja
      ¡Besines Capitana Feroz! ;) ¡Jeeeey Jouuuu!

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